La UNESCO lo dejó todo claro con la declaración del Flamenco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Bien claro, además. Queda más claro aún cada vez que escuchas a un cantaor, cada vez que un tocaor te lleva a lugares lejanos o que unos bailaores o bailaoras realizan escorzos imposibles al compás de un cajón o al abrigo de unas palmas. Patrimonio de la Humanidad, universalidad es cada vez mayor, universalidad que se demuestra cuando cuatro personas de cuatro latitudes del mundo distintas se unen y hacen suyo el Flamenco, Flamenco con mayúsculas. Cuando un tocaor valenciano y una cantaora gaditana te embriagan, cuando unos bailaores, una alemana y otro hispano-chileno te impactan...eso es el Flamenco.
La noche del viernes en Murcia Flamenca fue especial, distinta, mágica, arrebatadora, pero sobre todo, del escenario de la peña murciana sobresalieron dos cosas; la fuerza y la pasión. Dos elementos que llegaron "a espuertas" a los asistentes a la gala. Por tangos, por alegrías, por serranas, por farrucas o por tarantos. De los dedos del tocaor, de la delicada voz de la cantaora o de los eternos taconeos de ella y él, de los bailaores, que llenaron con su presencia Murcia Flamenca. Un espectáculo bonito y apasionado, una noche arrebatadora de Flamenco en nuestra ciudad.
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