¡Qué nos gusta viajar! Nos encanta que nos lleven, nos traigan y nos paseen por distintas latitudes. Nos gusta que nos seduzcan y nos arrebaten, que nos emocionen y nos desboquen. Y eso, precisamente eso, hizo Carlos Piñana el pasado jueves en su recital de guitarra flamenca en Cartagena, su tierra. Rodeado de familia y amigos, el tocaor, nos llevó de la mano en un bonito viaje junto a su alumno, el guitarrista polaco Renier María Zehetbauer, y el cantaor y palmero murciano Agustín Garnés.
Al aire y a compás rasgó su guitarra flamenca el cartagenero que abrió la noche por Zapateao al que siguió unas Alegrías incluidas en su próximo trabajo y que testeó frente al público. Coqueteó Piñana, en su toque virtuoso, con la guitarra de Zehetbauer, coqueteo, al que que se sumó el duende en las palmas de Garnés. Por Fandangos, Farrucas y Bulería lanzada al aire por Tarantas cerró Piñana la primera parte del espectáculo que atrajo a numeroso público a la sala cartagenera Mr. Witt.
Arrancó la segunda parte con una intro por Vidalita rematada por jaleos. Por Soleá y Seguiriya se detuvo el tiempo en las cuerdas de la sonanta de Piñana que volvió a demostrar una técnica y una velocidad al toque increíbles. Juventud y conocimiento. Por los Cantes de Ida y Vuelta, por Guajira a petición del público y a compás de Bulería continuó la noche, noche que se arrebató de nuevo por Bulería y Rondeña.
Llegando al final de este viaje nos fuimos por Rumba recordando al maestro de Algeciras, Paco de Lucía y su toque ya eterno en Río ancho y Entre dos aguas. Bonito Piñana. La última sorpresa de la noche nos la ofreció el cartagenero ofreciendo el cierre del espectáculo al cante de Agustín Garnés y llamando al escenario a un espectador de lujo, su padre, el maestro Antonio Piñana.
Por Alegrías, de cuyo compás va sobrao Agustín Garnés y junto al toque del maestro Piñana volvió a desbocarse la noche que finalizó con una fuerte ovación del público a la Soleá en la voz bonita y particularísima de Garnés. ¡Ole!
Comparto lo que dices, Gabriel. Carlos nos hizo pasar un rato formidable en compañía de los otros dos artistas. Me emocionó particularmente la complicidad entre las dos guitarras en momentos muy bonitos de la actuación. Si Carlos disfrutó, el polaco alucinó.... y esa es la magia que nos llevamos cada uno a nuestra casa cuando sentimos flamenco bueno..