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  1.  Qué bonito es ver el latir del mundo a su imparable ritmo al otro lado de una cristalera mientras que en un pequeño rincón un grupo de privilegiados sienten como el Flamenco, en la voz de la sevillana Cristina Tovar y la guitarra de Fran Tornero, detiene esa vorágine de idas y venidas, de prisas y atascos que nos asfixian diariamente. Eso ocurrió en la noche del viernes tras la cristalera del Café del Archivo de la capital murciana con el recital que abrió el Ciclo Flamenco del Aula de Flamenco de la Universidad de Murcia. Una gala breve, que quedó corta para los aficionados, pero una gala con buen Flamenco. 

    Cerca de las diez de la noche arrancó Cristina Tovar, en estado de buena esperanza, por Malagueñas con el quejío de su voz y con un cante melodioso y solemne, acompañada con el toque lento y sostenido de Tornero para continuar por uno de los cantes más típicamente jerezanos, Soleá por Bulería, que comenzaron a calentar la noche. Por lo jondo siguió la velada, por Tientos Tangos, mecidos por la voz quebrada de la sevillana y con giros de Soleá al toque. Bonitos y aplaudidos por el público que prácticamente llenó todas las mesas de la sala.




    Por fiesta, por Alegrías y Bulerías, llegó la parte final del espectáculo, con el cante valiente de una Cristina Tovar entregada, tremendamente gestual y con ganas de arrancarse al baile, cosa que hizo al final de la gala, con gitanería y tronío. Arte y duende en su cuerpo. Llegamos pues a Cádiz y nos recreamos en su bahía y paseamos por Jerez, con esos cantes festeros que en la voz de Cristina se tornaron potentes y que el público asistente jaleó a las palmas y así nos quedamos compuestos y... huérfanos del buen cante que desde Sevilla nos trajo el Aula de Flamenco de la Universidad de Murcia. Con la miel en los labios que se dice por estos lares.









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