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  1.  Llenó el cantaor catalán Miguel Poveda de su magia las tablas del espacio escénico más importante de España. Abarrotó Poveda el madrileño Teatro Real, de público y sonrisas. De buen cante, de energía y elegancia, lo llenó de libertad. Porque Miguel, aquel niño que con dieciséis años arrasara en el Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión, Miguel, ese niño ya lejano es hoy la realidad más grande del panorama flamenco internacional. Y además es libre...

     Anduvo el catalán por el Real acompañado por un excelente grupo de músicos encabezados por el maestro Joan Albert Amargós y Juan Gómez Chicuelo al toque, toque al que se unió otro grande, Jesús Guerrero, además, la batería de Antonio Coronel, la percusión de Paquito González, el Londro a las voces y jaleos, Carlos Grilo y Diego Montoya a las palmas y jaleos, unidos a instrumentos clásicos como cello, violín, trompeta...un lujo.



     Le canta a los poetas, se rompe por soleá o por malagueñas, emociona por copla, se atreve por tangos. Se atreve. Atreverse o morir. Arriesga. Porque este Sonetos y poemas que presentó el pasado jueves por la noche en el Universal Music Festival es una gran apuesta del catalán quien de la mano del compositor y cantautor Pedro Guerra hace un recorrido libre por los grandes de nuestra poesía; García Lorca, Miguel Hernández, QuevedoLope de VegaRafael Alberti o Gil de Biedma, entre otros, dan pie a la emoción en la delicada voz  de Miguel Poveda, un Miguel Poveda que agrandó su leyenda en el Teatro Real, donde lo hacen los grandes.

    Comenzó Poveda reivindicando esa libertad, hoy menoscabada, con Para la libertad de Miguel Hernández, el poeta de Orihuela. El lorquiano Romance de la dulce queja fue su siguiente parada, pausada y emocionada. Íntima.

    Tengo miedo a perder la maravilla 
    de tus ojos de estatua y el acento
    que de noche me pone en la mejilla
    la solitaria rosa de tu acento

    Con el Siglo de Oro en la pluma de D. Francisco de Quevedo y su Hielo abrasador coquetea Poveda y juega con las voces femeninas de las que estuvo acompañado durante la gala. Y agradece el cantaor en este punto de la noche a Pedro Guerra su trabajo, por el regalo que le ha hecho con sus Sonetos y Poemas, Desmayarse, atreverse de Lope de Vega da testimonio de ello.

    De los ausentes, de los que comenzaron el viaje eterno, de una chica de 24 años fallecida hace pocos días se acuerda Poveda. Se emociona y acongoja al respetable que ovaciona al cantaor tras La lluvia, precioso poema de José Luís Borges ¡Va por Ustedes! No les olvidamos.

    Vuelve a hacer un guiño Miguel Poveda a Pedro Guerra con otro soneto, esta vez de un contemporáneo, Luís Eduardo Aute y su Querido Guerra. De nuevo el de Granada, de nuevo Federico García Lorca y su desgarrado El poeta pide a su amor que le escriba. Emoción contenida en el Real para detenerse en otra pluma eterna, Pablo Neruda...

    Amor mío, si muero y tú no mueres,
    no demos más dolor al territorio;
    amor mío, si mueres y no muero,
    no hay extensión como la que vivimos.

    Donde pongo la vida y el alegato a la no violencia Guerra a la guerra por la guerra dieron fin a una bonita primera parte del espectáculo, espectáculo que continuó tras unos tangos que nos regaló el gran acompañamiento que llevó Miguel Poveda en el Teatro Real encabezado por la flamenquísima guitarra de Juan Gómez Chicuelo.


    Y por si alguien lo dudaba, llegó. Llegó el duende a las tablas, ese duende y esa magia que Miguel Poveda lleva 30 años regalando por peñas, tablaos, festivales y teatros. Llegó el flamenco al Real. Acompañado por el toque del gaditano Jesús Guerrero quien inició por malagueñas la parte flamenca del espectáculo, una segunda parte que nos llevó por Málaga y Ronda, que nos arrebató por Cádiz y sus cantes festeros. Una segunda parte en la que nos mostró el cante de su tierra de acogida, Sevilla con esos melódicos tangos de Triana, una delicia en su voz.

    Se quedó a continuación solo Poveda en el escenario con su compadre Grilo, de nombre Carlos. Jerezano que acompaña al cantaor a las palmas y jaleos y al que el compás le brota por arrobas, con un pellizco especial en el toque por soleá como declaró Miguel al aire del Teatro Real. Y juntos emocionaron. De nuevo con Chicuelo y su sonanta nos arrastraron, Poveda y Chicuelo, Chicuelo y Poveda a otras latitudes, Abril se ha equivocado de Muñoz Rojas, con sabor a tierra y campo.

    Con el público rendido a su arte encaraba Miguel Poveda la última parte de su recital regalándonos un paseo por la copla, por los clásicos, por la radio de su madre, por su infancia y la nuestra. Junto al genio Joan Albert Amargós al piano sonaron; La bien pagá, los Ojos verdes, Me embrujaste, A ciegas y recordó a otra grande Rocío Jurado...Y sin embargo te quiero.

    Especial el recuerdo, emocionado y sentido a uno de sus maestros, a otro granadino eterno. El genio Enrique Morente estuvo muy presente en el Teatro Real en la letra que Joaquín Sabina creó para este Sonetos y Poemas de Poveda, Enrique y Granada cantaba Miguel señalando la imagen de Morente proyectada sobre el telón del Real.

    Esa estrellita mal acostumbrada,
    ese Morente sin dique ni hartura,
    ese palique entre Enrique y Granada.

    No volveré a ser joven de Gil de Biedma y el Soneto del ángel deseado de Pedro Guerra se convirtieron en un epílogo perfecto a una noche redonda, plena de sensaciones y emociones, a una noche en la que Miguel Poveda agrandó su leyenda en un lugar especial. Los tres puñales con los que cerró la velada son los mismos que todos nos llevamos a casa clavados en nuestra alma.






















  2. 2 comentarios:

    1. Que crónica tan interesante, tus palabras me han trasladado hasta el Teatro Real, es increíble como El Maestro transmite con tanta sinceridad y entrega.... ,gracias por tus palabras...

    2. Gracias a ti Javier, un saludo.

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